Allí descubrí el amor verdadero. El de verdad. El que duele en cada despedida.
Por el que lo dejarías todo. Por el que cometerías cualquier locura, hasta la más descabellada, la más pretenciosa. Las calles de Londres hablaban de mí y de Greyson. De los dos, porque no nos separamos en el tiempo que allí estuve. Todo fue muy rápido, demasiado fugaz igual, pero fue lo que ambos sentimos aquel día en el que nos encontramos en Rose Street un septiembre de 1984. Reímos como nunca antes me había reído y nos enamoramos como no pensábamos que nos enamoraríamos. Sin leer un manual de instrucciones que nos dijese cómo teníamos que hacerlo.
Saboreé la felicidad y la importancia de cada instante. Porque sabía, de veras, que era mi momento. El momento de Juliet Ferrer. Y tenía que dejarme llevar de la mejor de las maneras si quería estar conmigo misma un ratito más, antes de volver a Barcelona.... o no.
La estructura es la siguiente, son un total de cuarenta y ocho capítulos y un epílogo.
El lenguaje es propio de una novela de romance.
Juliet es un alma libre, quiere libertad por eso emprende su viaje a Londres. Tiene muchas ganas de vivir la vida, de no pensar en las consecuencias, de dejarse llevar.
Greyson persigue sueños igual que Juliet. Se conocen de casualidad. Una conexión increíble.
Mi valoración final es la siguiente: Es una novela de primeras veces, de amor a primera vista. Pero también trata de cumplir con las obligaciones, de regresar. Rodeado de música en el piano de cola, de poesía y de las calles de Londres. Una historia de primeras veces, de descubrirse a una misma y sobre todo de desafiar las normas impuestas de los años 80. De amor libre. Es una historia de conectar con ella desde el minuto cero, muy cortita y llena de actos de rebeldía.