La merienda en casa de Lisa se había alargado y tenía que volver sola a casa. Nadie vivía cerca y a pesar de las advertencias de mi madre de que no volviera a casa sola de noche no tenía otra opción. Mi casa no quedaba demasiado lejos de la Linda. No llevaba ni bolso ni llaves las había dejado en casa porque no tenía pensado volver tan tarde. 

Todos los coches que pasaban a mi lado me deslumbraban pero no podía hacerles caso. Me limitaba a mirar a lo lejos y a seguir caminando. No había gente por la calle, solo se escuchaba el sonido que mis zapatos hacían al caminar. De repente recordé una película que había visto hace poco en la que la chica era raptada por un hombre que había salido de un coche y empecé a asustarme. 

Notaba unos pasos que seguían mis pisadas y sabía que no eran imaginaciones mías. Intenté divisar lo que ocurría a mis espaldas mirando un espejo gigante que era para que los coches vieran los lados de la calzada. Vi una sombra o a alguien vestido de color negro y empecé a asustarme. Comencé a correr, no quería que me alcanzara. Mis zapatos salpicaban el agua que se había quedado en los charcos formados por la lluvia. Miré hacia atrás y no vi a nadie pero de repente choqué contra algo. Lancé un grito y ante mí vi a mi hermano Samuel que me miraba con una sonrisa en su rostro. 

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