El color azul del mar era lo más
bonito que estaban viendo mis ojos en ese momento. Me encantaba mirarlo porque
me ayudaba a dibujar. Era una de mis pasiones y la había abandonado porque con
el paso de los años la vida me había obligado a dejarlo. Mientras rasgaba el
carboncillo en el folio intentando imitar las montañas que tenía enfrente me
puse a pensar.
Había regresado al pueblo en donde me
pasaba las vacaciones durante toda mi etapa adolescente. Estaba allí en aquella
piedra mirando al horizonte. Necesitaba pensar por eso estaba ahí. Cuando era
joven bajaba ahí todas las tardes a poner en orden mis pensamientos. Estaba
agotado, mi trabajo en la oficina me agobiaba porque me había quedado sin
secretaria y no había presupuesto para contratar a una nueva así que tenía que
hacer su trabajo.
Estaba mirando al mar y no lo vi aparecer. Un niño de unos seis años
de edad jugaba con una piedra. De repente escuché un nombre "Lucas"
el corazón me dio un vuelco porque era nombre de mi hermano pequeño que había
muerto en un accidente de tráfico. Si había tardado tanto en regresar al pueblo
había sido a causa de su muerte. Me traía malos recuerdos. Varios segundos más
tarde levanté la mirada del niño y entonces la vi, me quedé helado, no era
capaz de reaccionar. Ella, la mujer que estaba ante mis ojos, había sido mi
primera novia, aquella a la que le di mi amor. Tuve que dejarlo porque al
volver a la ciudad durante el invierno no soportaba la distancia que nos iba a
separar. Lo que más me sorprendió no fue lo cambiada que estaba sino que estaba
con el niño. ¿Sería su hijo? Había pasado mucho tiempo desde la última vez que
la vi que no sabía cómo reaccionar, las manos me sudaban en el momento en que
vi que se acercaba a mí. Me miró a los ojos y quedó petrificada, era incapaz de
moverse.
¾
Hola
- me saludó con la mano sin dejar de mirarme a los ojos.- ¿Mario? - me
preguntó.
¾
¿Jimena?
- le dije, supuse que se me había quedado la misma cara que ella porque era
incapaz de apartar la mirada de ella. - ¿Qué tal todo?
¾
Pues
bien. - dijo mirando al niño que se había puesto a jugar con una piedra. No era
capaz de añadir ninguna palabra más, me había quedado sin palabras.
¾
¿Juegas
conmigo? - me preguntó el niño. - Accedí ante su petición y estuve jugando con
él y su piedra durante un rato. Pero como todos los niños no aguantan mucho
haciendo una cosa así que le pidió permiso a su madre para ir a nadar. Ella
accedió y en el momento que me quedé a solas con ella intenté hablarle.
¾
¿Es
tu hijo? - le pregunté mientras intentaba buscar algún anillo de casada en su
dedo pero para mi sorpresa no encontré nada.
¾
Sí.
- dijo sin mirarme - Pensé que no volverías. - dijo en voz baja.
La verdad es que desde aquel verano no
había querido pisar el pueblo me traía demasiados recuerdos y como la gran
mayoría estaban ligados a mi hermano. Había aprendido a vivir sin él en la
ciudad porque me había concentrado en mis estudios pero en el pueblo no tenía
nada mejor que hacer.
¾ Intenté
volver pero no podía. - le confesé.
¾ Lo
sé, intenté contactar contigo después de la muerte de tu hermano pero no me
cogías el teléfono - había sido el gran amor de mi vida pero quería olvidarla
por eso me centré en mis estudios y dejé atrás el pueblo.
¾
No
podía hablar contigo. - le confesé - Me traías demasiados recuerdos de Lucas.
He tardado muchos años en superar su muerte por eso no quise saber nada de ti.
¾ Pues
tenía algo muy importante que decirte. - dijo mientras miraba al niño de ojos
marrones que seguía jugando con su piedra.
De repente me acordé de mi hermano y
sin saber por qué el niño me recordó a él. Tenía el pelo castaño como yo y las
manos grandes como las de mi hermano. No comprendía porque había comenzado a
compararlo conmigo y con mi hermano; supongo que era el nombre que llevaba que
hacía que me acordara de los mejores años de mi vida.
¾ Verás...
- siguió hablando Jimena - Después de que te marchases ese verano... - No sabía lo que intentaba decirme pero
estaba realmente nerviosa. Miré otra vez al niño y otra vez me recordaba a mi
hermano. No entendía por qué de repente todo lo que me estaba pasando me
recordaba a él
¾
¿Cuántos
años tiene el niño? - pregunté de repente sin reparar en las consecuencias de
mi pregunta.
¾
Tiene
seis años - contestó sin dejar de mirarme. La edad del niño era el tiempo que
había pasado desde que yo no volvía a ese pueblo. ¿Quería eso decir que Lucas
era mi hijo?
Espero que os guste el relato, tanto como me ha gustado a mí escribirlo. ¡Un saludo! Nos leemos en la próxima entrada.
Excelente relato, no me esperaba ese final que deja con ansias de más ¡me gustó mucho! Aquí tienes un fiel lector, si gustas también puedes pasar por mi blog.
ResponderEliminarMuchísimas gracias por comentar, es un placer leer los comentarios. Te prometo pasar sobre todo ahora que ya tengo un poco más de tiempo para leer y cotillear por ahí ajajaja.
ResponderEliminarUn saludo!